viernes, 28 de diciembre de 2012

Violencia y expresión


Lo que ha sucedido hace unos días en una escuela primaria de Connecticut, EEUU ha vuelto a levantar la polémica sobre el control de las armas y el nivel de violencia social al que se puede llegar en la actualidad.
Es difícil entender qué puede llevar a un muchacho de 20 años a entrar a una escuela para matar a niños y profesores. Cualquier intento de explicación parece insuficiente porque hay diversos factores involucrados que interactúan de manera compleja y sería irresponsable hacer un diagnóstico apresurado.

Sin embargo, se puede hacer un análisis de los aspectos que más se mencionan cuando ocurren tragedias como esta. Se dice que la sociedad norteamericana tiene características particulares que favorecen la violencia como el deficiente control de acceso a las armas. Efectivamente ello puede incrementar la ocurrencia de episodios violentos pero otros países como Suiza tienen también un porcentaje alto de personas que portan armas y no ocurren matanzas recurrentemente como en EEUU.

También se ha relacionado a estos hechos el uso constante de juegos de video violentos como factor causal de actos violentos en jóvenes. Si bien los juegos de video expresan altos índices de violencia, estos son jugados por millones de niños y adolescentes sin llevarlos necesariamente a imitar en la vida real lo que hacen en la realidad virtual. Desde siempre los juegos agresivos han sido parte de la vida de los niños, antes con pistolas de juguete y ahora con armas guiadas por mandos remotos, sin llevar necesariamente a los niños a actos de violencia. Incluso podría decirse que, en algunos casos, ciertos juegos pueden permitir a los niños expresar sus impulsos agresivos canalizándolos adecuadamente.
Lo individual no puede dejarse de lado. Se ha mencionado una necesidad de destacar a cualquier costo pero ello es solo un aspecto, otro intento de explicación unidimensional y simplista. Las características personales y familiares, las experiencias vividas, las dificultades, los temores, las frustraciones y necesidades insatisfechas de cada persona son particulares, complejas y diferentes en cada caso. Estas deben ser analizadas profundamente para entender lo ocurrido.

No obstante, las conductas violentas en general tienen un aspecto común: la falla en control de impulsos y la imposibilidad de expresar las vivencias, las emociones o frustraciones por una vía adecuada. Cuando una persona no puede hablar de lo que le preocupa, afecta o duele emocionalmente, corre el riesgo de llevar a la acción lo que no puede elaborar, tramitar o resolver. Es imprescindible tener la posibilidad de hablar de lo que sentimos,  expresar nuestros estados internos, las vivencias subjetivas, para no llegar a la violencia.

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